Desde que en el año 1995 el doctor en Psicología Daniel Goleman popularizara la “inteligencia emocional” como alternativa al coeficiente intelectual, esta habilidad es reconocida en todos los ámbitos de la actividad humana. Tanto si se trata de un test de capacitación laboral como de una evaluación clínica, la IE define las probabilidades de éxito y nuestro bienestar personal.Este autor completa la idea de Wukmir sobre la emoción como profecía de lo que creemos que va a suceder: “Nuestra mente no está organizada como un ordenador que nos brinda una pulcra copia impresa de los argumentos racionales a favor y en contra de una determinada decisión basándose en todas las ocasiones anteriores en que hayamos tenido que afrontar una situación similar. En su lugar, la mente hace algo mucho más elegante: calibrar el poso emocional que han dejado las experiencias previas y darnos una respuesta en forma de presentimiento o de sensación visceral.”
Tal como hemos visto anteriormente, el problema surge cuando los presentimientos no parten de los estímulos externos, sino de prejuicios o distorsiones del propio observador. Un barómetro emocional mal calibrado, además de provocarnos sufrimiento, nos hace comportarnos de forma caprichosa o desproporcionada ante los demás, con lo que experimentamos un rechazo que minará aún más nuestra autoestima.
Del mismo modo que las personas con poca conciencia de su cuerpo tienden a maltratarlo y a sufrir más accidentes que el resto, un primer paso para tomar el control de nuestras emociones es reconocerlas. Según Goleman, las personas que no son conscientes de lo que sienten son “analfabetos emocionales”, es decir, no han aprendido a leer los mensajes que afloran de lo más profundo de la conciencia. “Para sensibilizarnos con el ruido subterráneo de estados de ánimo y emociones, es necesario hacer una pausa mental, algo que raramente nos permitimos. Nuestros sentimientos nos acompañan siempre, pero rara vez nos damos cuenta de ellos. Al contrario, solamente nos percatamos de ellos cuando se han desbordado (…). Es como si nuestras emociones tuvieran su propia agenda, pero nuestras agitadas vidas no les dejaran espacio ni tiempo libre y, en consecuencia, se vieran obligadas a llevar una existencia subterránea. Toda esa presión mental termina sofocando la voz interna que constituye la más segura brújula para navegar adecuadamente por el océano de la vida”.
En algunos momentos solemos ser descuidados con nosotros mismos, que se le vamos hacer parece ser que así somos los seres humanos.
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